viernes, 15 de octubre de 2010

PREMIO NOBEL DE LITERATURA


El premio Nobel de literatura 2010 ha sido otorgado al escritor peruano Mario Vargas Llosa ”por su cartografía de las estructuras del poder y sus afiladas imágenes de la resistencia, rebelión y derrota del individuo”.


En declaraciones a prensa el autor ha afirmado, tras conocer la noticia, que "es una gran alegría" que comparte "con tantos amigos". Para el autor, que se reconoció "muy conmovido y entusiasmado", el premio supone un "reconocimiento a la lengua española".


El Premio Nobel de Literatura 2010 fue celebrado de forma unánime por escritores y editores españoles e hispanoamericanos que asisten a la Feria del Libro de Francfort. Como siempre, las razones de la Academia caben en dos líneas: "Por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota". En el momento del fallo el escritor se encontraba en Nueva York, dictando un curso sobre Borges en la Universidad de Princeton. El próximo 10 de diciembre recibirá el premio (dotado con 10 millones de coronas suecas, 1,1 millones de euros) de manos del rey de Suecia en el auditorio de Estocolmo. Antes, la editorial Alfaguara publicará su nuevo libro, El sueño del celta (Alfaguara), un apasionante relato novelesco sobre un personaje histórico, Roger Casement (1864-1916), que indagó la brutalidad del Gobierno de Leopoldo II de Bélgica durante la colonización del Congo y la violencia contra los recolectores de caucho en el Amazonas.
"Pensar en ello [el Premio Nobel] es malo para el estilo, tardío o no".


Nacido en Arequipa (Perú) el 28 de marzo de 1936, Mario Vargas Llosa, miembro de la Real Academia Española, atesoraba ya todos los premios importantes de su idioma: del Cervantes al Príncipe de Asturias. Después de años de sonar como favorito en todas las quinielas del Nobel, el escritor peruano ha visto recompensada una trayectoria que incluye clásicos de la literatura contemporánea como La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1965) o Conversación en La Catedral (1969).
Cuando en 1959, con 23 años, llegó desde Lima a Madrid con los cuentos de Los jefes en la cartera y una beca para hacer el doctorado en la Universidad Complutense, Vargas Llosa se convirtió en un ciudadano del mundo que hoy tiene casa en las capitales peruana y española después de vivir en Barcelona, París y Londres. La lista de sus intereses es, además, tan extensa como el kilometraje que registra su pasaporte. Nadie más alejado de la tópica torre de marfil que el nuevo premio Nobel. Así, si su devoción por Thomas Mann le llevó a estudiar alemán en Berlín, su pasión por el fútbol no le ha hecho olvidar el orgullo que sintió el día que, siendo un niño, saltó a la cancha del Estadio Nacional para vestir la camiseta del Universitario contra el eterno rival, el Alianza Lima.
En un bar de la calle Menéndez y Pelayo de Madrid cercana a su pensión, El Jute, el entonces estudiante peruano pasó las tardes escribiendo La ciudad y los perros, la novela que se convirtió en un hito del boom latinoamericano y que inició un camino que en diciembre tendrá parada en Estocolmo. Medio siglo después, aquel muchacho inquieto es un intelectual que no ha perdido un ápice de su inquietud. Lo mismo acude los jueves a las reuniones de la Real Academia Española que visita el Museo del Prado, polemiza con los defensores de los populismos latinoamericanos o subraya el descubrimiento de un nuevo libro -de Irene Nemirovsky, Javier Cercas o Héctor Abad- desde las páginas de este periódico.
Si Vargas Llosa hubiera decidido ocuparse en exclusiva de cultivar su propia obra nadie se lo hubiera reprochado. En los últimos tres años, sin embargo, alternó la escritura de El sueño del celta con la lectura minuciosa de la narrativa completa de Juan Carlos Onetti. De allí saldría un ensayo dedicado al autor uruguayo, El viaje a la ficción. Esa misma generosidad la había demostrado ya, 40 años atrás, al escribir Historia de un deicidio, uno de los libros de referencia sobre Gabriel García Márquez. Pese al enigmático episodio que rompió la amistad de ambos escritores, Vargas Llosa incluyó ese título en sus obras completas, todavía en curso de publicación por el Círculo de Lectores.
Que este mismo año, siendo un abuelo de 74 años, se estrenara como autor de literatura infantil -con Fonchito y la luna (Alfaguara)- indica la capacidad de asombro y de trabajo de un hombre capaz de, con esos mismos 74 años, viajar al Congo para documentarse para su nueva novela y, de paso, como un reportero más, denunciar la resaca del colonialismo en África.
Era tal la devoción por Sartre del Vargas Llosa joven que sus amigos bromeaban con él llamándolo "el sastrecillo valiente". Años después, y lejos ya del pensador francés (que rechazó, por cierto, el Nobel), el escritor hispanoperuano sigue siendo un intelectual comprometido. En el sentido más estricto de la palabra comprometido. Liberal hasta el punto de ser tildado, con brocha gorda, de conservador, Vargas Llosa tenía, cada vez que se manifestaba públicamente, mucho que perder, empezando por el Premio Nobel.

3 comentarios:

Irene dijo...

LA VERDAD DE LAS MENTIRAS

"...En efecto, las novelas mienten -no pueden hacer otra cosa- pero ésa es sólo una parte de la historia. La otra es que, mintiendo, expresan una curiosa verdad, que sólo puede expresarse disimulada y encubierta, disfrazada de lo que no es. Dicho así, esto tiene el semblante de un galimatías. Pero, en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos -ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros- quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar -tramposamente- ese apetito nacieron las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo..."

Anónimo dijo...

Alcanzó la fama por primera vez al ganar el importante Premio Biblioteca Breve, de Barcelona, con su novela La ciudad y los perros (1963), que es una de las expresiones más características de ese momento de renovación en la novelística hispanoamericana que se conoce como "el boom", del cual era el representante más joven. La novela reelabora sus experiencias en el colegio militar Leoncio Prado, con imágenes de gran violencia, tensión dramática y cuestionamiento moral sobre autenticidad, responsabilidad y heroísmo. La destreza técnica y el virtuosismo de su lenguaje narrativo son todavía mayores en las dos siguientes novelas: La casa verde (1966), que aprovecha memorias de sus años en Piura para componer un gran mural de acción y degradación sexual; y Conversación en la Catedral (1969), que transcurre durante los oscuros años de la dictadura de Manuel A. Odría (1948-1956) intentando un vasto análisis de los círculos del poder, el mundillo del periodismo amarillo y los cabarés de mala muerte. En 1967 publicó su notable relato Los cachorros.

La rigurosa objetividad y la indeclinable tensión con las que plantea sus conflictos, cede un poco en la segunda etapa de su producción novelística, que se distingue por toques de humor grotesco, como en Pantaleón y las visitadoras (1973), o por retratarse a sí mismo en su relato, como en La tía Julia y el escribidor (1977), en la que narra episodios de su primer matrimonio y sus comienzos literarios. La guerra del fin del mundo (1981) es una vuelta al estilo de composición épica de su primera etapa y una rara incursión en el mundo sociopolítico del Brasil de fines del siglo XIX, siguiendo el modelo de gran reportaje establecido por Euclides da Cunha. En la última porción de su obra narrativa, se entremezclan las novelas cuyo tema es esencialmente político Historia de Mayta (1984), Lituma en los Andes (1993), con las más ligeras de corte detectivesco ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986) o erótico Elogio de la madrastra (1988). El hablador (1987) señala un retorno al mundo de la selva, uno de sus ambientes favoritos, para contar una historia sobre identidades culturales y diferencias antropológicas. Una importante porción de su obra ensayística puede leerse en Contra viento y marea (1983-1990). Sus memorias tituladas El pez en el agua (1993) ofrecen un apasionante y minucioso recuento de su experiencia como frustrado candidato presidencial en las elecciones peruanas de 1990

Anónimo dijo...

ENHORABUENA